Son muchas las personas que llevan tiempo alertando sobre las consecuencias de que niños y adolescentes pasen tanto tiempo solos en su habitación conectados a Internet y de la ausencia de comunicación entre hijos y padres. Una de esas consecuencias tiene que ver con el fácil acceso que hoy día tienen a las TICS.
Los especialistas se sorprenden al comprobar cómo no se aplican en la práctica las medidas
de sentido común que pueden contribuir a minimizar
los riesgos de Internet, aparte de los innegables beneficios que comporta.
Jesús de la Gándara, jefe de la Unidad de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, defiende que es un error atribuir la falta de control y comunicación parental, materializada en el denominado síndrome de la puerta cerrada, al uso de las nuevas tecnologías.
«No podemos echar la culpa a Internet. El niño que se pasa las horas solo en su habitación navegando o jugando on line ¿por qué lo hace?», se pregunta.
En su opinión, lo importante es que «los sanitarios, los padres, estén al tanto de lo que le ocurre a los niños para que se puedan detectar cuanto antes comportamientos peligrosos, porque el uso inadecuado, excesivo y problemático de internet suele ir asociado a patrones patológicos de depresión, fobias, aislamiento».
A finales de los 90 se detectaron los primeros
casos de hikikomori en Japón: jóvenes varones veinteañeros habían hecho de la habitación su mundo, del que apenas salían para comer, ante la mirada atónita de unos padres a los que casi no dirigían la palabra y con la única compañía de un ordenador.
La encuesta de la Comisión Europea revela que hasta el
41% de los menores españoles de 11 a 16 años afirma
«haber experimentado una o más formas de uso excesivo de internet«.
Para
Jorge Flores Fernández, fundador de
Pantallas Amigas —una iniciativa para la promoción del uso seguro de las nuevas tecnologías en la infancia y la adolescencia— los padres han accedido a instalar el ordenador en la habitación principalmente por
dejadez:
«A día de hoy no han tomado conciencia clara de lo que esto significa, de los riesgos que conlleva no saber qué uso hacen los chavales del ordenador, de las horas que pasan frente a él, de cómo poco a poco la comunicación entre ellos se va enfriando. ¡Ya es complicado mantener una buena comunicación con los adolescentes cómo para encima poner tabiques de por medio!»
Flores siente un cierto desánimo al comprobar cómo cae en saco roto el mensaje que desde hace años lanzan distintos organismos pidiendo a los padres que instalen los ordenadores en las zonas comunes y no en las habitaciones de los niños.
«Algunos adultos creen que poner el ordenador en una zona común es una invasión de la intimidad, cosa completamente falsa. El que esté en el salón no implica que se miren los correos: es más una función de normalización de la vida digital. Además, es la mejor manera de compartir esa vida digital, en la que tantas lagunas tenemos los adultos frente a una generación que ha nacido en ella».
E insiste en que supervisar la relación de ese hijo con el ordenador no tiene nada que ver con controlar.
«Los padres deben establecer una dieta digital,es decir, indicar por ejemplo cuándo y cuánto se puede utilizar el ordenador, al igual que lo hacen con la comida o con el dinero, o con cualquier otra cuestión doméstica».
Los expertos insisten en la necesidad de que los padres hagan el esfuerzo de incorporarse a las nuevas tecnologías como un elemento de conexión con los menores.
Las consecuencias de no hacerlo son muy negativas para la relación, la incomunicación y a la integración, en lo que el sociólogo Javier Elzo denomina, familia nominal, modelo mayoritario en la sociedad española (42%). Se trata de una familia en la que las relaciones de padres e hijos pueden ser calificadas, con absoluta propiedad, como decoexistencia pacífica más que de convivencia participativa, ya que se comunican poco.
Los padres están, en gran medida, cohibidos, desimplicados, sin que aborden con una mínima profundidad lo que requieren sus hijos. Una familia que no refiere conflictos en su seno, no tanto porque no los haya sino porque ha decidido no enfrentarse, no enterarse de los problemas.
Según un reciente estudio publicado en la revista Psychopathology los usuarios compulsivos de Internet que tienden a tener más interacción social virtual (salas de chat y redes sociales online) que real, podrían sufrir depresión. El estudio se presenta como el primero de gran alcance entre la juventud occidental sobre ciberadicción y depresión y concluye en que La navegación adictiva puede tener un grave impacto en la salud mental.
Hoy os presento unas recomendaciones muy sencillas que os pueden ayudar:
- Pon los dispositivos en lugares comunes.
- Deja días enteros sin conexión , solo para tareas escolares.
- Administra el tiempo de conexión.
- Deja tiempo para tareas analógicas.
- Dialoga con tus hijos, habla acerca de los temas que le preocupan.
- Realiza alguna actividad con tus hijos relacionada con la red para que vea que estás actualizado como echar un vistazo a un blog, buscar información, ver juntos alguna red social…